"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

domingo, 22 de julio de 2012

MITOS HEBREOS -NACIMIENTO DE LOS DOCE PATRIARCAS-


MITOS HEBREOS
NACIMIENTO DE LOS DOCE PATRIARCAS


Porque Jacob aborrecía a Lía desde que se la impuso clandestinamente Labán, Dios permitió compasivamente que diera a luz un hijo- Lo llamó Rubén y dijo: "Yahvéh ha mirado mi aflicción y ahora mi marido me amará". Concibió de nuevo y parió otro hijo, diciendo: "Yahvéh ha oído que yo era desamada y me ha dado éste más", y le llamó Simeón. Tuvo un tercer hijo y dijo: "Ahora mi marido se apegará a mí, pues le he parido tres hijos", y por eso le llamó Levi. Dio a luz un cuarto hijo y dijo : "Ahora sí que he de alabar a Yahvéh", y por eso lo llamó Judá.
Y cesó de tener hijos. Raquel, viendo que no daba hijos a Jacob, estaba celosa de su hermana y dijo a Jacob: "Dame hijos o me muero". Jacob le preguntó airado. "¿Por ventura soy yo Dios, que te ha hecho estéril?" Raquel suplicó: "Al menos ruega por mí como Abraham rogó por Sara". Él volvió a preguntar: "¿Pero harías tú lo que hizo Sara y pondrías a una rival en mi lecho?" Raquel contestó: "Si son los celos los que me mantienen estéril, toma a mi sierva Bala y reconoce como míos a los hijos que ella dé a luz".
En consecuencia, Jacob llevó a Bala a su lecho, y cuando Bala dio a luz un hijo, Raquel exclamó: "Dios me ha hecho justicia, me ha oído y me ha dado un hijo"; y por eso lo llamó Dan.
Bala parió un segundo hijo y Raquel dijo: "Lucha de Dios he luchado con mi hermana y la he vencido"; y por eso le llamó Neftalí.
Viendo Lía que había dejado de tener hijos, tomó a Zelfa su esclava, y se la dio por mujer a Jacob. Cuando Zelfa dio a luz un hijo, Lía exclamó: "¡Qué buena fortuna!"  y le llamó Gad. Parió Zelfa un segundo hijo, y dijo Lía: "Por dicha mía, pues los hijos me han hecho feliz" y le llamó Aser. En adelante Jacob durmió solamente con Raquel y Lía aprendió a odiarla enconadamente.
Pero Raquel sentía un temor constante de que la enviaran de vuelta a Padán-Aram por ser estéril y allí la reclamara su primo Esaú.
Sin embargo, un día, durante la siega del trigo, Rubén, el hijo de Lía, cuidaba al asno de Jacob cuando halló en una barranca unas mandrágoras. Estas raíces mágicas se parecen a los miembros inferiores de un hombre; la flor tiene color de llama y en la oscuridad emite extraños rayos parecidos a relámpagos.
Crecen en el valle de Baaras, que se halla al norte de Maqueros en Judá, y pueden no sólo aumentar la atracción de una mujer para su marido, sino también curar su esterilidad. Las mandrágoras se resisten ferozmente a la mano que las arranca, a menos que se vierta sobre ellas sangre de la menstruación o la orina de una mujer; aún así es segura la muerte si se las toca. Los recolectores de mandrágoras hacen un surco alrededor de la planta hasta que sólo las puntas de su raíz quedan asidas a la tierra; luego atan a ella un perro con una cuerda y se alejan. El perro los sigue, desarraiga la planta y muere inmediatamente, lo que satisface el espíritu vengativo de la mandrágora.
Como Rubén no reconoció las hojas fétidas y lanceoladas de las mandrágoras, ató a ellas inocentemente su asno y se alejó.
El asno no tardó en arrancar las mandrágoras, que lanzaron un grito horripilante, y cayó muerto. Rubén llevó las plantas a su madre Lía, para mostrarle qué era lo que había matado al animal; pero Raquel le salió al camino y le arrancó las mandrágoras de las manos. Rubén se echó a llorar fuertemente y Lía acudió y le preguntó qué le pasaba. "¡Ella me ha robado mis hombrecitos!", contestó Rubén sollozando. "¡Devuélveselos inmediatamente!", ordenó Lía a Raquel. "No, no — respondió Raquel, llorando también—. Estos hombrecitos serán mis hijos, pues Dios no me ha dado otros". Lía gritó: "¿Te parece poco haberme quitado el marido, que quieres también quitarme las mandrágoras de mi hijo?" Raquel suplicó: "Dame esas mandrágoras y Jacob se acostará contigo esta noche". Lía no se atrevió a despreciar ese ofrecimiento, y al oír el rebuzno del asno de Jacob cuando volvía a casa del campo al anochecer, corrió a su encuentro y le d i j o : "Tienes que compartir mi lecho esta noche, pues te he comprado por unas mandrágoras de mi hijo".
Jacob accedió de mala gana y Lía volvió a concebir y le dio un quinto hijo. Y dijo Lía: "Dios me ha pagado mi merced por haber dado mi sierva a mi marido", y le llamó Isacar. Dios premió lo que había hecho Lía no por lujuria, sino para aumentar las tribus de Israel. Decretó que los hijos de Isacar poseyeran siempre un conocimiento peculiar del estado del tiempo y de la astronomía.
Luego Raquel ralló y comió las mandrágoras, y por fin dio a luz un hijo. Lo llamó "José" y dijo: "Dios ha quitado mi afrenta.
Que me añada Yahvéh otro hijo".
Lía parió un sexto hijo y d i j o : "Dios me ha dado un buen don; ahora mi marido morará conmigo, pues le he dado seis hijos", y le llamó Zabulón. Después dio a luz una hija, a la que llamó Dina.
Benjamín nació muchos años después, durante el regreso de Jacob de Padán-Aram. Había llevado sus rebaños y esposas a través de Betel y poco antes de llegar a Efrata sintió Raquel los dolores del parto. Cuando, tras un día o más, apareció por fin su hijo, la partera le d i j o : "Ánimo, que también éste es hijo".
Raquel, agotada por los dolores del parto, murió murmurando: "Sí, en verdad, él es el hijo de mi desgracia". Y lo llamó Benoni, Pero Jacob lo llamó "Benjamín", que significa "hijo de mi mano derecha". Lamentando no poder enterrar a Raquel en la caverna de Macpela, Jacob la enterró en el camino de Efrata, que es Belén, y alzó sobre la tumba un monumento, que todavía subsiste en las cercanías de Rama.
Todos los doce patriarcas, con excepción de José, tuvieron hermanas mellizas con las que luego se casaron. Benjamín tuvo dos. La única hija de Lía,
Dina, no tuvo mellizo varón. Jacob se habría divorciado de Lía, pero ella le dio tantos hijos que se sintió obligado a ponerla por lo menos al frente de su harén.
Algunos dicen que para conmemorar el hallazgo de las mandrágoras por Rubén, su tribu llevaba siempre un maniquí en su estandarte- Otros dicen que Raquel no comió esas raíces —lo que habría sido hechicería—, sino que se las entregó a un sacerdote; y que Dios le recompensó con dos hijos por haber resistido una tentación tan fuerte.

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