"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

martes, 29 de noviembre de 2011

APOCALIPSIS DE SEDRAC


Apocalipsis de Sedrac
(fragmento)(1)

Por Antonio Piñero



El presunto autor de este apocalipsis, Sedrac o Sadrak, nos es conocido solamente por el capítulo 3 del Libro de Daniel. Ese texto nos cuenta como el rey babilonio Nabucodonosor, tras conquistar Judea, había deportado a los mejores judíos a Babilonia. Allí algunos de estos exiliados se habían adaptado bien a la nueva situación, tanto que el rey encargó el gobierno de la provincia de Babilonia a tres judíos: Sadrak, Mesak y Abed Negó. Pero estos se negaron a adorar una estatua de oro erigida por el rey, por lo que fueron acusados de desobediencia e impiedad. El rey aceptó la denuncia y arrojó a los tres judíos a un horno de fuego, del que fueron milagrosamente librados por Dios. Al observar el milagro, el rey Nabucodonosor cree de algún modo en el Dios de Israel y publica un edicto para que al menos de le respete.
Pero todo esto es ficticio y del tal Sadrak/Sedrac nada se sabe, pues no se conserva dato histórico alguno de él. Se duda, por tanto, que existiera en realidad.
El presente apocalipsis, atribuido a este personaje, es en su forma actual una reelaboración cristiana de época bizantina (hacia el siglo V o VI) de un producto literario anterior fuertemente judío, probablemente del siglo II d. de C.

(1) Lamentablemente por el momento me es imposible publicar el texto completo como siempre fue mi proceder, pero dado la importancia de esta obra, juzgue conveniente hacerlo así.
Espero que el lector sepa comprender y valorizar el texto ofrecido. – Sergio (Nuestros Antepasados)


Apocalipsis de Sedrac

Sedrac elevado al tercer cielo. Diálogo con Dios.

Y oyó Sedrac en sus oídos una voz invisible:
-Atiende, Sedrac, puesto que quieres y deseas conversar con Dios y pedirle que revele lo que quieres preguntar.
Dijo Sedrac:
-¿Qué, mi Señor?
Le respondió la voz:
-He sido enviado hasta ti para elevarte al cielo.
El dijo:
-Yo deseaba hablar cara a cara con Dios, pero no soy capaz, Señor, de subir hasta los cielos.
Entonces, extendiendo sus alas, lo tomó y lo subió hasta los cielos, hasta el mismo resplandor; lo dejó en el tercer cielo y puso en él el resplandor de la divinidad.
Y el Señor le dijo:
-Bienvenido seas, mi amado Sedrac. ¿Qué acusación tienes contra el Dios que te ha creado, puesto que decías: Yo quería hablar a Dios a la cara?
Respondió Sedrac:
-Si. Ciertamente el hijo tiene una acusación contra el padre. Mi Señor, ¿Por qué creaste la tierra?
Le dijo el Señor:
-Por el hombre.
Replicó Sedrac:
-Y ¿Por qué hiciste el mar? ¿Por qué sembraste todo bien sobre la tierra?
Respondió el Señor:
-Por el hombre.
Le dijo Sedrac:
-Si hiciste todas estas cosas, ¿Por qué lo destruyes? […]. Tu educación es castigo y fuego, y estos son amargos, mi Señor. Mejor le sería al hombre si no hubiese nacido […].

El tentador y el abandono del ser humano por parte del Creador.

Sedrac le dijo:
-Por tu voluntad fue desviado Adán, Señor mío. Tú ordenaste a tus ángeles adorar a Adán, pero aquel que era el primero de los ángeles desobedeció tu decreto y no lo adoró, y tú lo arrojaste porque desobedeció tu decreto y no se acercó a la hechura de tus manos. Si hubieras amado al hombre, ¿Por qué no diste muerte al diablo, el artífice de la iniquidad? […]. Ten piedad, Señor, y elimina los castigos; si no, recíbeme también a mí con los pecadores. Si no tienes piedad de los pecadores, ¿Dónde está tu piedad, dónde tus buenas entrañas, Señor?
Le respondió Dios:
-Sábete que todo lo que le ordené podía cumplirse bien […]. Pero él, habiendo recibido mis dones, se convirtió en extraño, adúltero y pecador. ¿Qué padre, dime, que ha dado la herencia a su hijo, y tomando este el dinero y abandonando al padre se marcha y se convierte en un extraño y se pone al servicio de un extraño, y el padre, al ver que el hijo lo ha abandonado no se ensombrece en su corazón, y saliendo el padre toma su dinero y aleja a aquel de su gloria porque ha abandonado a su padre? ¿Cómo es que yo, el Dios admirable y celoso, le he dado todo, y él tomándolo se ha convertido en adúltero y pecador? […].
Le respondió Sedrac:
-Es cierto que contra tu voluntad, Señor, pecó el hombre digno de lastima. Pero […] ¿Cómo dijiste, Señor, no devolváis mal por mal? Yo sé que la mula traicionera es irracional entre los cuadrúpedos; no hay otro como ella. Pero con la brida la dirigimos donde queremos. Tú tienes ángeles; envíalos para proteger, y cuando el hombre se dirija hacia el pecado, sujeta uno de sus pies y no caminará a donde quiere.

El ser humano es responsable del mal

Dios dijo a Sedrac:
-Si sujeto el pie del hombre, este dirá: “No me hiciste un regalo en el mundo”. Pero yo lo he dejado a su voluntad porque lo he amado. Por eso he enviado mis ángeles justos para que lo guarden noche y día.
Dijo Sedrac:
-Sé, Señor, que entre todas tus criaturas amaste al hombre el primero […]. Solo te pido que libres al hombre del castigo (pues de otra forma yo mismo estoy yendo al castigo), y que yo no me separe de nuestra raza.

Resistencia de Sedrac a entregar su alma. Antes de morir intercede por los
pecadores

Dijo Dios a su Hijo Unigénito:
-Ve, toma el alma de mi amado Sedrac y déjala en el paraíso.
El Hijo Unigénito dijo a Sedrac:
-Entrégame el depósito que colocó nuestro Padre en el seno de tu madre en tu santo lugar de morada desde el embrión.
Respondió Sedrac:
-No te daré mi alma.
Le dijo Dios:
-Entonces, ¿para qué he sido enviado yo y he venido aquí, y tú me pones excusas? Pues yo he recibido orden de mi Padre de que, sin dudar, tomo tu alma; por tanto, dame tu alma muy querida […].
Sedrac, tras oír todas estas cosas y afectarse por el recuerdo de la muerte, se sobresaltó mucho y dijo a Dios:
-Dame, Señor, un poco de salud para que clame, pues he oído que las lagrimas pueden mucho y se obtiene gran curación del pobre cuerpo de tu criatura.
Y clamando y lamentándose empezó a decir: “Oh extraordinaria cabeza, adorno celeste, oh luz solar del cielo y tierra […]. Oh manos bien suavizadas, bien amaestradas, cansadas por el esfuerzo, mediante las cuales se alimenta el cuerpo… Oh dedos embellecidos y adornados de cosas de oro y de plata. También grandes obras se llevan a cabo por los dedos” […].
Cristo le dijo:
-Detente, Sedrac, ¿hasta cuándo vas a estar llorando y quejándote? El paraíso se ha abierto para ti y, habiendo muerto, vivirás.
Le dijo Sedrac:
-Todavía te hablaré una vez más, Señor, mientras estoy vivo antes de morir, y no desoigáis mi petición […]. Si un hombre vive ochenta años, o noventa o cien, y los vive en pecado, y de nuevo se convierte y vive en penitencia, ¿con cuántos días perdonarás sus pecados?
Dios le dijo:
-Si se convierte tras vivir los cien u ochenta, haciendo penitencia tres años y da fruto de justicia y le llega la muerte, no me acordaré de todos sus pecados.
Sedrac le dijo:
-Muchos son tres años, mi Señor. Quizás llegue su muerte y no cumpla su penitencia. Ten piedad, Señor, de tu imagen y compadécete, porque tres años son muchos.
Dios le dijo:
-Si tras cien años vive un hombre y se acuerda de su muerte, y confiesa delante de los hombres y yo lo encuentro, después de un año perdono todos sus pecados.
Dijo de nuevo Sedrac:
-Por tu gran compasión, de nuevo ruego por tu criatura: mucho es el año para que no le llegue su muerte y lo lleve inmediatamente.
Le dijo el Salvador:
-Te propondré una cosa, Sedrac, mi amado; después me preguntarás tú: si el pecador hace penitencia cuarenta días, no recordaré yo todos los pecados que cometió.

Intercesión de Miguel

Y dijo Sedrac al arcángel Miguel, que estaba presente:
-Escúchame, poderoso protector, y ayúdame a interceder para que Dios tenga piedad del mundo.
Cayendo ambos sobre sus rostros rogaron a Dios y dijeron:
-Señor, enséñanos como es conveniente y con qué penitencia se salvará el hombre, o con que trabajo.
Dijo Dios:
-Con penitencia, súplicas, oficios litúrgicos, lagrimas a raudales y ardientes gemidos. ¿No sabes que mi profeta David se salvó por las lágrimas…? Sabes, Sedrac […], que hay algunos que han sido bautizados con mi bautismo y hechos partícipes de mi divino oficio, y llegan a estar desesperados de la última desesperación y no van a arrepentirse. Yo los aguardo con mucha compasión y mucha misericordia y bendición para que hagan penitencia. Pero algunos hacen lo que odia mi divinidad y no escucharon al sabio que afirmaba diciendo: “De ninguna manera justificamos al pecador”. ¿No sabes que está escrito que los que se hayan arrepentido no verán el castigo? Mas algunos no escuchan a los apóstoles, ni mi palabra en los Evangelios, y entristecen a mis ángeles. Ciertamente en mis asambleas y oficios litúrgicos no imploran a mi ángel, y no están en mis santas iglesias; y si están no adoran con temor y temblor, sino que repiten con grandilocuencia palabras que no acepto yo ni tampoco mis ángeles.

Compasión de Dios en el último momento

Sedrac dijo a Dios:
-Señor, solo Tú eres el que no tiene pecado y mucha compasión, el que se apiada y compadece de los pecadores; pero tu divinidad dijo: “No he venido a llamara a justos sino a pecadores a penitencia”.
Dijo el Señor a Sedrac:
-¿No sabes, Sedrac, que el ladrón en un instante fue salvado al convertirse? ¿No sabes que mi apóstol y evangelista en un instante fue salvado? Pero los pecadores no se salvan, porque sus corazones son como piedra quebradiza. Estos son los que caminan por caminos de impiedad y se pierden con el Anticristo.
Dijo Sedrac:
-Mi Señor, también dijiste: “Mi divino espíritu penetrará en los pueblos que no teniendo ley cumplen lo de la ley”. Lo mismo que el ladrón, el apóstol y evangelista, y los demás que entraron en tu reino, Señor mío, así también acoge a los que en lo último pecan contra ti, Señor, porque la vida está llena de penalidades y contradicciones.
Dijo el Señor a Sedrac:
-He hecho al hombre con tres etapas: Cuando es joven, por su juventud pasé por alto sus tropiezos; de nuevo, cuando es hombre, aguardé su conversión; y de nuevo, cuando envejece, lo espero para ver cómo hace penitencia.
Dijo Sedrac:
-Señor, tu sabes y conoces todo esto; solo compadécete de los pecadores.
Le dijo el Señor:
-Sedrac, amado mío, he prometido compadecerme incluso por debajo de cuarenta días, hasta veinte, y cualquiera que recuerde tu nombre no verá el lugar de castigo, sino que estará con los justos en un lugar de refrigerio y de descanso; y si alguien copia este libro admirable, no le será contado su pecado por los siglos de los siglos.

Muerte de Sedrac y ascensión al paraíso

Dijo Sedrac:
-Señor, y si alguien celebra un acto litúrgico en honor de tu siervo, líbralo, Señor, de todo mal.
Y luego añadió:
-Ahora toma mi alma, Señor.
Y el Señor tomó a Sedrac y lo puso en el paraíso con todos los santos. A Él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Traducción del griego de Gonzalo Aranda Pérez

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