"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

sábado, 17 de julio de 2010

MITOLOGIA -EL TERRIBLE JABALI EN LAS MANOS DE HERCULES-

MITOLOGIA
LOS TRABAJOS DE HERCULES

El terrible jabalí en las manos de Hércules

Erimanto: desolada frontera entre la Acaya, la Arcadia y la Elida. Nada florece en las orillas del rio Psofis. El valle está seco, pobre, muerto. Los habitantes tienen una apariencia sombría. Los niños aprenden pronto a no esperar un futuro mejor. La esperanza está ausente. Un jabalí gigantesco monstruoso tortura al pueblo del lugar, devasta las plantaciones y siembre el terror.
El medroso Euristeo envía a Hércules a Erimanto, para que realice su tercer trabajo.
Ya algo cansado, pero todavía animado para la lucha, el héroe se pone en camino, imaginando durante el viaje de cazar al monstruo sin ser herido.
Casi a la entrada de Erimanto da con el recurso que necesitaba. Empieza a gritar para atraer la atención de la fiera, que abandona su cubil y corre en dirección a él a través del campo nevado.
Mientras el jabalí avanza, Hércules retrocede. Las patas de la fiera son sumamente pesadas. Se hunden en la nieve, marcando huellas profundas, y no consiguen recuperar energía para levantarse con rapidez. Pronto el jabalí se cansa, y retarda el ritmo de la carrera.
Al notar el cansancio del enemigo, el héroe sonríe, satisfecho de su estratagema. Desorientado, el animal se esfuerza cada vez más para aproximarse, luchando contra la nieve, el cansancio y el propio peso.
Hércules continúa retrocediendo, azuzándolo siempre. El jabalí avanza algunos pasos y cae, por fin, extenuado.
Entonces Hércules se apodera de él y, sin hallar resistencia, se lo lleva a Micenas.
A la puerta del palacio estaba Euristeo. Cuando ve al jabalí en brazos de Hércules sale corriendo y se mete dentro de una gran tinaja, que había mandado hacer para que le sirviera de escondrijo. El héroe entra en el palacio (donde había jurado no entrar jamás) sólo para asistir al espectáculo del rey llorando de miedo.
Finge arrojar la fiera sobre Eutisteo. El soberano agita las manos despavorido.
Y Hércules ríe del pánico del usurpador.

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