"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

sábado, 10 de octubre de 2009

LOS CONCILIOS ECUMENICOS -I DE LETRAN-

LOS CONCILIOS ECUMENICOS
I De Letrán (1123 d.c.)


Papa Calixto II. Contra las investiduras. Ratificó el arreglo entre el papa Calixto II y el emperador Enrique V. Es conocido con el nombre de Concordato de Worms, referente a las investiduras eclesiásticas. Propuso a los príncipes cristianos emprender las cruzadas.
El noveno Concilio Ecuménico, primero de Letrán, tuvo que afrontar, entre otros, el gravísimo problema de las "investiduras". A partir del siglo cuarto la Iglesia y el Estado fueron estrechando sus relaciones y lo mismo sucedió con los pueblos bárbaros a medida que iban abrazando el Cristianismo. Esta situación si bien era benéfica para el orden civil como para el religioso, sin embargo, en el correr de los siglos surgieron graves dificultades y en especial para la Iglesia.
Los reyes fueron transmitiendo cierta autoridad política a los obispos y abades de monasterios en el ámbito de sus jurisdicciones religiosas, y aún títulos de nobleza. Todo esto trajo una intervención directa de los laicos en asuntos totalmente eclesiásticos, como: el nombramiento de obispos y abades, y aún la entrega del báculo y del anillo, propios del cargo; en esto consistía el derecho de investidura laical. Hubo muchos abusos derivados de influencias políticas, parentesco, etc.; candidatos indignos y sin vocación lograron puestos de relevancia en la Iglesia. Para atajar esos escándalos y evitar las intromisiones ajenas se convocó el concilio.
Se reivindica el derecho de la Iglesia en la elección y consagración de los Obispos contra la investidura de los laicos.
Condénanse la simonía y el concubinato de los eclesiásticos como herejías.
En la historia de la Iglesia ha habido hasta ahora 265 Papas como también unos 35 antipapas, que usurparon la dignidad pontificia durante algún tiempo, debido a influencias políticas de los reyes o desavenencias entre obispos y cardenales principalmente.

Magisterio del C.E I de Letrán
(Contra Enrique IV)
De la obediencia debida a la Iglesia [Fórmula prescrita a todos los metropolitanos de la Iglesia occidental]
Anatematizo toda herejía y particularmente la que perturba el estado actual de la Iglesia, la que enseña y afirma: El anatema ha de ser despreciado y ningún caso debe hacerse de las ligaduras la Iglesia. Prometo, pues, obediencia al Pontífice de la Sede Apostólica, Señor Pascual, y a sus sucesores bajo el testimonio de Cristo y de la Iglesia, afirmando lo que afirma, condenando lo que condena la Santa Iglesia universal.

CONCILIO DE GUASTALLA, 1106
De las ordenaciones heréticas y simoníacas
Desde hace ya muchos años la extensión del imperio teutónico está separada de la unidad de la Sede Apostólica. En este cisma se ha llegado a tanto peligro que con dolor lo decimos en tan grande extensión de tierras apenas si se hallan unos pocos sacerdotes o clérigos católicos. Cuando, pues, tantos hijos yacen entre semejantes ruinas, la necesidad de la paz cristiana exige que se abran en este asunto las maternas entrañas de la Iglesia. Instruídos, pues, por los ejemplos y escritos de nuestros Padres que en diversos tiempos recibieron en sus órdenes a novacianos, donatistas y otros herejes, nosotros recibimos en su oficio episcopal a los obispos del predicho Imperio que han sido ordenados en el cisma, a no ser que se pruebe que son invasores, simoníacos o de mala vida. Lo mismo constituimos de los clérigos de cualquier orden a los que su ciencia y su vida recomienda.
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INVESTIDURAS
La Querella de las Investiduras consistió en el enfrentamiento entre papas y reyes entre el 1073 y el 1122, fecha que fija su fin en virtud del Concordato de Worms.
Fue desencadenado por el Papa Gregorio VII y el Emperador del Sacro Impero Romano Germánico, Enrique IV, en donde ambos se disputaron la supremacía del poder.
En el año 1075, el recientemente nombrado Papa, el monje Hildebrando devenido en Gregorio VII, emite un Dictatus Papae de características rígidas en el que, a través de 27 puntos, expone el papel que debe regir la iglesia respecto al poder temporal.
En éste determina la absoluta supremacía del Papa, ubicándose por encima de los clérigos, obispos, fieles e iglesia, ya sean éstas locales o nacionales. Su autoridad está por encima de la de los concilios. Sólo el Papa tiene el poder de nombrar obispos, como así también emperadores y príncipes, quienes le deben sometimiento. Asimismo, expone la infalibilidad de la Iglesia, esto es, “la iglesia no erró ni errará jamás”.
Asimismo, se manifiesta expresamente en contra de la simonía, venta de cargos eclesiásticos y el nicolaismo, vida no célibe de los clérigos, voto de castidad que se mantiene en la actualidad dentro de la religión católica. La razón por la cual se impuso esta condición se debió, en principio, a una razón económica y al carácter hereditario de los feudos ante una posible descendencia.
La querella se expresó en el deseo de obtener la autoridad imperial por encima de los reyes, hecho que molestó al emperador Enrique IV quien no estaba dispuesto a ceder su poder, actitud que demostró al no modificar en nada sus prácticas frecuentes: siguió nombrando obispos en Alemania, más aún, nombró arzobispos en Milán, territorio que había rechazado de cuajo las nuevas directivas papales.
La respuesta por parte de Gregorio VII fue al comienzo, un claro llamado de atención hacia la desobediencia. Por su parte, el Emperador convocó a un conjunto de obispos en Worms en 1076 quienes lo apoyaron, negándose a reconocer las nuevas directrices. El resultado fue la excomunión del Emperador y de quienes lo acompañaban, destituyéndolo de la corona imperial quien, ante la posibilidad de perder el favor de sus súbditos como así también la bendición de la fe, pidió perdón al Papa, evento que se conoce como el “Paseo de Canossa”, en virtud al viaje que hace Enrique IV al castillo de Canossa en donde se encontraba Gregorio VII.
La querella se reaviva cuando, al regresar el emperador a Alemania, se encuentra con que un grupo de partidarios de su cuñado Roberto de Suabia, lo habían promulgado emperador. La reacción de Enrique fue, nuevamente, convocar un grupo de prelados en Brixten, desposeyendo a Gregorio VII y nombrando en su lugar al antipapa, Clemente III.
El papa, en tales circunstancias, confirmó a Roberto de Suabia y pidió ayuda al normando Roberto Guiscardo, quien se lanzó contra Roma. El resultado fue un conflicto sangriento con intervención popular en el que perecieron civiles.
Gregorio VII , escoltado por Guisardo, huyó a Salerno en donde este le ofreció asilo hasta su muerte, un año más tarde, en el 1085. Sucedido primero por Víctor III y luego por Urbano II, la Querella de las Investiduras se mantuvo hasta la llegada del Papa Calixto II, quien firmó el Concordato de Worms en 1122 confirmado por el Concilio de Letrán.
Se estableció un acuerdo entre la Iglesia y el Imperio a través del cual la primera se reservaba el poder de las consagraciones religiosas, en tanto que al poder imperial correspondía la investidura temporal y los derechos de regalía.
Asimismo, el emperador tenía el poder de asistir a la elección de cargos eclesiásticos y utilizar su voto cuando el quórum no fuese suficiente.

SIMONIA
La compra o venta de lo que es espiritual por bienes materiales. Incluye cargos eclesiásticos, sacramentos, sacramentales, reliquias y promesas de oración.
La palabra Simonía deriva de Simón el Mago, quién quiso comprarle a San Pedro el poder para imponer las manos (Hch 8:9-24).
Es un sacrilegio y atenta contra el Primer Mandamiento. Simonía es tratar los bienes espirituales como si fuesen propiedad de los hombres. Se equipara lo espiritual a lo material y por ende se comercia con cosas santas.
El Concilio de Calcedonia (451) condena la Simonía en las ordenaciones sacerdotales y el Concilio de Trento tomó medidas severas contra la Simonía. Es también condenada por la ley canónica.
La simonía se diferencia de los estipendios, humilde ofrenda necesaria para el sustento del clero y de la Iglesia. Cristo dijo: "Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario" (Lucas 10:7).

ANATEMA
Del latín anathema, y éste del griego Ανάθεμα significa etimológicamente ofrenda, pero su uso principal equivale al de maldición, en el sentido de condena a ser apartado o separado, cortado como se amputa un miembro, de una comunidad de creyentes.
Era una sentencia mediante la cual se expulsaba a un hereje del seno de la sociedad religiosa; era pena aún más grave que la excomunión
Primitivamente señalaba los objetos consagrados a los dioses, especialmente las ofrendas. Con el Cristianismo, pasó a significar "maldito, fuera de la Iglesia".
Se trata de la máxima sanción impuesta a los pecadores; no solamente quedan excluidos de los sacramentos, sino que desde ese momento se les considera destinados a la condenación eterna.
En el Antiguo Testamento, condena al exterminio de las personas o cosas afectadas por la maldición atribuida a Dios.

NOVACIANOS
Este movimiento debe su nombre a Novaciano, presbítero de Roma de mitad del siglo III y autor de un excelente tratado sobre la Trinidad, primera obra en latín de un autor romano. Con el martirio del papa Fabián (250), la Iglesia de Roma fue regida temporalmente por el colegio de presbíteros. En esta circunstancia es donde destacó más aún Novaciano, escribiendo cartas a todo el mundo en nombre de sus colegas: entre otras, se conservan dos a Cipriano de Cartago. Es posible que Novaciano, debido a la posición que había asumido, aspirase a suceder a Fabián, pero la gran mayoría prefirió a Cornelio. Sostenido por un grupo de presbíteros y confesores descontentos de la elección, Novaciano se hizo ordenar obispo con la consecuencia de que un sínodo romano celebrado aquel mismo año (251) lo expulsó de la Iglesia. Logró, no obstante. fundar una Iglesia propia, con sus comunidades y obispos, que encontramos hasta el Siglo Vl. Parece ser que fue martirizado bajo Valeriano.
Novaciano debe el éxito de su Iglesia, no en último lugar, a su rigorismo en la cuestión de la penitencia. Los novacianos querían construir una Iglesia de «puros», de "santos» solamente. Los católicos que deseaban formar parte de esa Iglesia eran rebautizados. Se les negaba la reconciliación a los apóstatas y a los que, aunque arrepentidos, habían incurrido en pecados capitales : pero quizás en este punto los discípulos de Novaciano habían ido más allá que su maestro. La secta se difundió por África, Galia, España y sobre todo en Oriente, donde obtuvo la adhesión de numerosos seguidores del montanismo.

1 comentario:

  1. todo lo que la igleswia catolica , declara en concilios es su desconsoladora rabia por no convencer debido a sus tremendos errores a nadie, ni siquiera a las clases mas pobres, que renuncian de buen grado de pertenecer a esta institucion de humanos que no creen en lo que ni ellos mismos afirman como verdad. Aberastain

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